La parcela se sitúa en una zona de Vinaròs donde, en el momento del encargo no existen edificaciones significativas de carácter urbano, sino extensiones de cultivos y alguna casa de campo. No obstante, el futuro de la zona en el que se inserta la edificación objeto de estudio, prevé una extensión urbana de edificación dominante Residencial Plurifamiliar. El objetivo del proyecto pretende integrar el edificio en esa futura trama de acuerdo con las disposiciones del planeamiento, tratando de resolver las fachadas del mismo dando respuesta a la vida interior pero asumiendo al mismo tiempo las referencias a lo que es en la actualidad la principal arteria de tránsito en las proximidades de la localidad, tratando de convertir el edificio en un escaparate simbólico para el viajero pasante que ponga en relación los aspectos estructurales aleatorios de una población histórica como es Vinaròs, caracterizada por su dependencia del mar Mediterráneo así como de los huertos que nacieron a las espaldas de la localidad bañando el conocido «Pla de Vinaròs» entre los barrancos de Sol de Riu y Aigua Oliva.

El edificio se implanta pues como una gran pieza que evoca la complejidad de sucesos transitorios que la envuelven. Un ente abstracto neutro que abre mil ojos al horizonte infinito. Miradas que, si bien funcionalmente responden a las necesidades exteriores configuran el verdadero símbolo del objeto arquitectónico, donde la aleatoriedad y el caos constituyen la esencia estructuradora que, contradictoriamente, otorga un orden al complejo arquitectónico, en un borde urbano caracterizado por un caos carente de orden. Una nube blanca que en su informidad se convierte en sólido atractivo en el cielo mediterráneo, una ola de espuma cuya forma es la consecuencia de una fórmula caótica en la que intervienen las más diversas variables que, sin embargo, no niegan la presencia de una forma reconocible.